Junto a la blanca
pared que separa el mundo
de los locos del
mundo de los cuerdos
corre una avenida. Y
al frente otra pared
(también blanca) que
separa a los huérfanos
del mundo de los que
se criaron con papá
y mamá. Siempre supe
cuál era mi mundo,
pero al recorrer esa
avenida pienso
en la fragilidad de
esa separación,
por lo demás tan
metafórica. Mi padre
murió hace siete
años, pero el recuerdo
todavía me persigue.
Todo
por un comentario
casual de mi madre.
Nunca supe cuál era
su mundo, no sé
si podría
describirlo. La extraña
arquitectura art
nouveau, pabellones
elegantes comidos por
la niebla, jardines
raquíticos con sabor
a sal. Los niños
a un lado, las niñas
a otro. Y el invisible
mar reventado en el
desfiladero.
Detrás de una columna
veo a un niño.
No se anima a
acercarse, sólo aprieta
los puños y mira
jugar a la ronda
mientras el lobo
está.
Eduardo Chirinos
No hay comentarios.:
Publicar un comentario